El pasado 13 de febrero de 2012, el oboísta Rafael Palacios defendió su tesis doctoral La pronuntiatio musicale: une
interprétation rhétorique au service de Händel, Montéclair, C. P. E. Bach et
Telemann, en la Université
Paris Sorbonne. El tribunal lo formamos las musicólogas Raphaëlle Legrand (Sorbonne)
y Catherine Massip (Sorbonne); el fortepianista canadiense Tom Beghin (McGill University) y Rubén López Cano (ESMuC).
En mi opinión, la tesis realiza un aporte fundamental para
el desarrollo de la musicología performativa: la investigación
musicológica realizada a partir del instrumento musical o por medio del instrumento
musical, con el objetivo de informar la interpretación musical y que, en este
caso, pretende incidir directamente en los modelos de interpretación de la
música antigua que tenemos en nuestros días.
Pero por otro lado, el trabajo incide directamente
también dentro del ámbito de la tradición de investigación y aplicación de la
retórica a la música. Con ello me refiero por supuesto al corpus teórico
histórico desarrollado durante los siglos XVII y XVIII y que conocemos con el
nombre genérico de Musica poetica. Pero también la tesis realiza un
aporte considerable a la semiótica musical.
El elemento sustancial del trabajo, me parece, es su
intento de construir toda una pronuntatio musical destinada a
conceptualizar, analizar y teorizar sobre algunos elementos del proceso de
interpretación. La pronuntatio es ese ámbito fundamental de la retórica
dirigida a normativizar los aspectos de la performance del orador. Este campo
no fue atendido por los tratadistas del siglo XVII y XVIII con la misma
intensidad y cuidado que otras áreas de la retórica como la invento (los
procesos heurísticos para la generación de ideas y argumentos del discurso), la
dispositio (la distribución de los argumentos en zonas estratégicas para
la argumentación discursiva) o la elocutio (la puesta en palabras del
discurso, particularmente, la aplicación de figuras retoricas o desvíos capaces
de dotar de elegancia al lenguaje, pregnancia discursiva y llamar la atención
del oyente y de persuadirlo).
El trabajo de Palacios repite el ejercicio
transdisciplinar que realizaron en su momento los tratadistas de los siglos
XVII y XVIII: toma como base los conceptos, categorías y metalenguaje de la
retorica clásica para modelar una teoría de la elocuencia musical. En este
caso, el autor logra una afortunada batería de términos que conceptualizan muy
bien fenómenos de la interpretación musical. De este modo los califica ya sea
como vicios o como licencias retóricas.
La nociones que propone, como prothèsis, paragogê,
diacrèsis, éctasis, synaloephê, syncopê, barbirolexis o l’amphibolia,
podrían convertirse en categorías analíticas portadoras de una gran
dimensión cualitativa, valorativa y humanística. Esto constituye toda una
alternativa a los actuales estudios de análisis de la interpretación musical,
dominados por la literatura en inglés, y que se desarrollan por medio de
metodologías fundamentalmente cuantitativas.
Pienso en los trabajos desarrollados, por ejemplo, por el
Research Centre for the History and Analysis of Recorded Music a cargo
de respetados musicólogos como Nicholas Cook o John Rink. Ellos han
desarrollado software que permite cuantificar detalladamente aspectos de la
interpretación musical como los cambios de tempi.
Sin embargo, las categorías propuestas por Palacios son cualitativas, son
inconmensurables y abren la posibilidad de un análisis musical de la
interpretación, retórica y hermenéuticamente fundado. Abren espacio a las
humanidades para que entren de nueva cuenta en los estudios musicales. Este me
parece uno de los aportes más importantes de la tesis. Se trata de una
propuesta sustancial, sumamente necesaria y útil. Es el retorno de Burmeister y
Mattheson a la teoría de la música. El retorno de Ciceron y Quintilliano a los
estudios musicales. Creo que esta tesis constituye uno de los mayores aportes
de los estudios de la retórica musical en los últimos treinta años.
Hoy es como si la Sagrada
Familia de Gaudí se hubiese al fin concluido. Una de las empresas de teoría
musical más fascinantes de todos los tiempos que comenzó a principios del siglo
XVII en Rostock de la mano de Joachim Burmeister (1566
- 1629), culminó por fin ayer su programa teorizador en París, gracias a
Palacios.
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