La música de Rodrigo Carazo es como lanzarse en ala delta
por el norte argentino.
Si te fijás, al fondo contemplás de vez en vez ritmos,
rasgueos y progresiones armónicas típicos de la música tradicional (zamba,
chacarera, baguala, etc.) tal y como fue reinventada desde los años sesenta
(acordes suavizados por séptimas, novenas, etc.).
Torciendo la mirada también aparece una y otra vez Brasil, siempre Brasil… y hasta los Beatles.
Torciendo la mirada también aparece una y otra vez Brasil, siempre Brasil… y hasta los Beatles.
Pero por encima sólo sientes azotes suaves de aire fresco.
Recorren ligeros todo tu cuerpo, te desmelenan, sacuden tus orejas y ensanchan las sonrisas.
Una bruma de guitarra con sordina perpetua se colorea de pizzicati en los bajos. Bailotea juguetona en la tenue frontera entre
el acorde y la percusión.
Esta técnica pinza accidentalmente, y de vez en vez, las cuerdas más agudas. Entonces saltan "clicks" que contrapuntean melodías y suspiros... ahhh... e instauran marcas cronotópicas: estamos aquí y ahora.
El resto,
como sus letras, son simplemente un dejarse ir... como en la vida:
Silogismos de la cotidianeidad, diálogos interminables con
los libros que dejamos a medias y aves que de haber olvidado lo que son, ya no saben
volar…
Pero Rodrigo nos lo recuerda una y otra vez: somos pájaros….
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