23 de agosto de 2021

El imperio por hegemonía

 

El imperio por hegemonía: "La entrega del poder de Motecuhzoma. Una propuesta crítica" (2020) de Miguel Pastrana

¿Pudo Moctezuma ceder voluntariamente su imperio a Carlos V como afirma Cortés en su Segunda carta de relación? Los historiadores no se ponen de acuerdo. Voy a intentar reconstruir un poco de esta discusión cuyas aristas no alcanzo a discernir con precisión. Los trabajos históricos no suelen explicar ni criticar las teorías a través de las cuales interpretan sus fuentes ni tampoco enumeran las hipótesis en disputa en su campo profesional. Aquí, al parecer, todo es generar narrativa cocinada en la intimidad del historiador con sus fuentes. De cualquier modo, me atrevo a compartir lo que he alcanzado a entender:

La clave está en los modelos de imperios que se levantaron en Mesoamérica. Al parecer hay imperios que se forman por absorción o acumulación de los territorios conquistados. En este caso, los nuevos territorios son integrados orgánicamente al estado dominante. Se les imponen sus leyes, lengua, cultura, religión, una disciplina militar unificada, una arquitectura y urbanismo distintivos y se insemina el esquema administrativo de la potencia imperial. En Mesoamérica este modelo era muy difícil entre otras cosas porque la ausencia de animales de tiro y por consiguiente de vehículos con ruedas dificultaba mucho un control constante y férreo de los territorios conquistados.

Al parecer, en la región dominó el imperio por hegemonía: una vez derrotado militar o diplomáticamente un pueblo, este conservaba más o menos su estado propio, lengua, religión y organización administrativa. El estado imperial no se interesaba mucho por imponer su cultura o realizar grandes obras arquitectónicas. Es verdad que intervenía en las sucesiones dinásticas promoviendo matrimonios entre los respectivos altepeme (plural de altépetl, reino) y organizando conjuras desestabilizadoras. Pero la prioridad estaba en visitarlo de vez en vez con el señor del frac para cobrar jugosos tributos. Ese era el punto fundamental. Los acuerdos de rendición a los que se hubieran llegado también podían incluir la colaboración de los pueblos sojuzgados en acciones militares puntuales, captura de prisioneros para usarlos o venderlos como esclavos y el aporte de “recursos humanos” para los sacrificios (en calidad de victimas, claro).

Desde esta perspectiva, los que defienden la hipótesis de que Moctezuma sí pudo acceder a las propuestas de Cortés suponen que, para cuando ambos se reunieron, éste ya había valorado el enorme poder destructivo de los invasores y considerado los terribles daños que les podrían causar con la ayuda de todos los pueblos que ya habían alborotado en su contra. Siguiendo sabiamente el principio de no ir a una guerra al menos de que estés seguro de ganarla (si no quieres terminar como los dictadores argentinos en las Malvinas), es muy posible que calculara que un conflicto armado, además de traer un baño de sangre torrencial, podría acarrear gravísimos costos económicos a largo plazo. Y nada garantizaba la victoria. Además, hay que recordar que la garantía del dominio de los mexicas en la región era su prestigio de guerreros fieros e imbatibles: si no lograban derrotar a los invasores en un lapso de tiempo relativamente corto, el resto de pueblos sojuzgados podrían rebelarse aprovechando el momento. De este modo, bien pudo aceptar los términos de Cortés pero desde el marco de concepción de las relaciones imperiales por hegemonía propias de Mesoamérica, no del marco que tenían los europeos que se parecían más al modelo por absorción.

Moctezuma pudo pensar que una vez pactado el acuerdo, los invasores se irían por donde vinieron y regresarían un par de veces al año a recoger sus tributos que incluiría el maldito oro que tanto los enloquecía. Mientras tanto, podría ganar algo de tiempo para restablecer alianzas, reconfigurar el mapa geopolítico de la región y lograr mejores consensos entre los reinos aliados pues, como se conoce, la toma de decisiones sobre cómo gestionar la llegada de los europeos tensaron al extremo sus relaciones. Esto explicaría por qué decidió hospedarlos en sus palacios: tenía la esperanza que después de unas vacaciones con todo pagado regresaran a rendirle cuentas a su rey y comenzara el sojuzgamiento por hegemonía.

Miguel Pastrana, profe de la UNAM, es de los que cree que Moctezuma no pudo, aunque hubiera querido, ceder sus dominios al emperador europeo. Es su brillante artículo "La entrega del poder de Motecuhzoma. Una propuesta crítica" nos lo explica con lujo de detalle.

Es importante recordar, por un lado, que el huey tlatoani no sólo era el líder político del imperio, sino también su cabeza religiosa. Esto quiere decir que bajo sus decisiones no sólo se dirimían gestiones bélicas y civiles sino también otras de aspecto simbólico-religioso. La toma o abandono del poder entre los mexicas exigía complejos rituales que también estaban encaminados a gestionar fuerzas sobrenaturales que requerían tiempos y procesos pausados: no se podían solventar en una cumbre de algunas horas.

En este sentido, es interesantísima la hipótesis según la cual la norma que prohibía mirar a los ojos al huey tlatoani no derivaba de un narcisismo arrogante. Era para proteger a las personas comunes de las energías que el monarca había adquirido por el hecho de ocupar ese cargo. Por ello no podías renunciar a él alegando motivos personales para largarte después a Cancún con tu secretaria. ¡El cargo permanecía vigente aun después de tu propia muerte! (¡Qué estrés!). Por ello, para elegir, destituir o dar por concluido un mandato, incluso después de la muerte del emperador, se requerían de complejos rituales y del concurso de las decisiones pluripersonales de varios consejos y gentes de poder. En caso de fallecimiento real, se realizaban complejas exequias destinadas a someter las fuerzas mágicas del asunto. ¡Vaya burocracia!

El artículo de Pastrana es sereno y repleto de referencias y argumentaciones sólidas. Su aseo intelectual es impecable y se agradece aún cuando no se compartan sus tesis. Por otro lado, en sus conferencias el profe es sumamente locuaz, persuasivo y muy eficaz comunicando sus ideas. Además tiene un perro sumamente impetuoso que siempre se cuela sonoramente en sus confes por zoom. Se los recomiendo mucho (al profe, no a su mascota).

 

 

Para terminar:

Si seguimos la tesis de Pastrana nos aparecen algunos aspectos tan interesantes como problemáticos. Sabemos que después de la matanza del templo mayor (junio o julio de 1520) los mexicas se hartaron de la errática estrategia diplomática de Moctezuma y nombraron huey tlatoani a su hermano Cuitláhuac con quien comenzaron exitosas hostilidades bélicas (la etimología del nombre del nuevo monarca haría las delicias de la escatología catalana). No se sabe si Cuitláhuac fue investido emperador antes o después de la muerte violenta de Moctezuma ni si se llevaron a cabo los diferentes rituales prescriptivos para el tránsito de poder. Pastrana diría que de alguna manera se tuvieron que hacer.

Sea como fuere, las acciones bélicas ya en curso con toda seguridad entorpecieron, si no impidieron del todo, las complejas y dilatadas liturgias de elección y traspaso de poder. No olvidemos que estos rituales también tenían una dimensión de negociación política (o iban acompañados de ésta) entre las diferentes familias en el poder. Durante esos procesos se lograba el consenso entre todos los jerarcas de diferentes facciones, poblaciones mexicas y aliadas. Por lo tanto, si no se hicieron con normalidad, es muy probable que el nuevo monarca careciera de la legitimidad y el apoyo incondicional necesario para el ejercicio de su cargo. Hay algún historiador que ha sugerido incluso que el ascenso de Cuitláhuac podría ser concebido como una suerte de golpe de estado.

Cuitláhuac murió a causa de la primera epidemia de viruela el 28 de noviembre de 1520: tan sólo cinco meses después de su ascenso. Lo sustituyó su primo Cuauhtémoc, el fiero guerrero cuya toma de poder debió ser tanta o más atropellada que la del anterior. Pero aquí surge otro problema. La historiadora María Castañeda de la Paz apunta: como no podría ser de otra forma, Cuauhtémoc pertenecía a la misma familia en el poder de sus dos predecesores (el nepotismo comienza en casa). Sin embargo, descendía de otro linaje. Más aún, a diferencia de Moctezuma y Cuitláhuac que habían nacido en Tenochtitlán, el nuevo tlatoani al parecer nació en Tlatelolco, la ciudad vecina. Ambas mantuvieron fieras rivalidades hasta que Tlatelolco se rindió a Tenochtitlán para convertirse en su aliada. Sin embargo, eso no logró superar del todo su pasado común de relaciones turbulentas.

Acá hay diferendos dinásticos de mucha envergadura. Esto se puede apreciar en otros trabajos de Pastrana donde señala que en las fuentes mesoamericanas sobre la conquista redactadas en Tlatelolco, los cronistas tratan de forma muy desigual al “pusilánime” y “cobarde” Moctezuma en relación a su paisano, el “bravo” y “heroico” Cuauhtémoc. Definitivamente, estos cambios abruptos del liderazgo mexica no sólo pasaron por encima de sus protocolos políticos sino que seguramente tensaron muchísimo los intereses de todos sus nobles y jerarcas. Es muy probable que todo esto restara de alguna manera legitimidad a los dos últimos gobernantes e interfiriera en la unidad y fortaleza necesarias para acometer el desafío al que se enfrentaban. ¡Así no se puede hacer una guerra en condiciones!

 

Conferencias en video de Miguel Pastrana

Los presagios de la conquista, una mirada comparativa

Los cronistas y su contexto histórico

Escritura e imagen de la historia náhuatl

"Motecuhzoma Xocoyotzin. Un gobernante en la encrucijada de dos mundos"

El perfil psicológico de Motecuhzoma según el Códice Florentino.

 

Otras obras del historiador accesibles online

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