Primeros motivos del Lienzo de Tlaxcala con el escudo imperial de Carlos V.
La oficina del gobierno de la Ciudad de México bullía de gente esa mañana. Diferentes artistas presentaban proyectos de estatuas para sustituir la de Colón que recientemente fue removida de su centenario sitio en el Paseo de la Reforma. Se decidió que la efigie del almirante genovés representaba una intolerable celebración del colonialismo europeo y que debía reemplazarse con otra más justa para con los pueblos originarios.La nueva estatua que coronaría la céntrica avenida sería elegida por un jurado integrado por funcionarios de la ciudad, consejeros artistas y un par de catedráticos de historia que fungían de asesores. Todo ello porque el nuevo monumento debería de ser bello, respetuoso para con ciertas sensibilidades y apegarse fielmente a la historia.
Los proyectos presentados hasta el momento eran feos, ingenuos, insensibles o ignorantes de la historia. Asfixiado en el aburrimiento, el jurado se preparaba a recibir el último proyecto de la mañana. El colectivo Z presentó sus ideas con diapositivas, animaciones 3D y músicas cósmicas.
Se oscureció la sala y de pronto apareció en la pantalla un grupo de 7 indígenas de bronce con tocados de plumas característicos que indicaban su pertenencia a diferentes reinos y grupos mesoamericanos: tlaxcaltecas, huexotzingas, cempoaltecas, acolhuas, etc.
Avanzaban vigorosos y ataviados con pertrechos de guerra: lanzas, flechas, macanas o macuahuitl, petos de algodón y escudos de madera; pero también portaban espadas europeas, rodelas, algún caballo y partes de armaduras "para representar que la victoria de los indios conquistadores fue también cultural" se apresuró a aclarar un miembro del colectivo.
Bajo sus pies, un águila que devora una serpiente sobre un nopal (el emblema fundacional de la gran Tenochtitlan) era salvajemente pisoteado por las patas de un caballo y las sandalias de los indígenas como "símbolo del triunfo indígena sobre el imperio mexica, el más poderoso de toda Mesoamérica... Pero si no se entiende tenemos otra versión donde hacen mil pedazos el Calendario Azteca", aclaró otra miembro del colectivo.
Jurado, funcionarios y policías contuvieron un suspiro al tiempo que abrieron unas bocas tan grandes y misteriosas como un cenote sagrado de los antiguos mayas.
De vuelta a la escultura propuesta, detrás de la masa de personajes principales se retorcían un par de soldados españoles que cargaban sobre sus espaldas a mujeres indígenas que preparaban tortillas de maiz. Los rostros de los españoles eran mitad monstruos y mitad hombres pues "con el consumo de maiz las mesoamericanas los están domesticado y convirtiendo poco a poco en seres humanos", explicó doctamebte otro miembro del grupo Z citando fuentes históricas y libros recientes.
Al frente y a la derecha de todo el conjunto ondeaba flamante un estandarte con el escudo de la casa Real de los Austria a la que pertenencía Carlos V, a quien presuntamente juraron lealtad las diferentes naciones mesoamericanas que se unieron a los castellanos para derrotar a los mexicas.
Su diseño reproducía el modelo que abre el "Lienzo de Tlaxcala": la primer crónica completa de la conquista del mexica realizada por uno de los pueblos locales ganadores de la gesta. Abajo se abría paso una leyenda en francés "el único idioma que usó oficialmente Carlos V" que decia: ¡SE LAS METIMOS DOBLADA! .
"Nos basamos en su libro" dijo orgulloso un miembro del equipo expositor dirigiéndose a uno de los asesores académicos del jurado. Éste se llevó las manos a la cabeza exhibiendo un inconfundible deseo que de lo tragase la tierra.
El asesor histórico 2 alcanzó a musitar titubeante: "a ver... la propuesta se apega a hechos históricos tal y como los expone mi colega en su libro" y miró hacia el otro catedrático (el geofagocitado). Entonces agregó : "por otro lado, representa con seguridad algunas sensibilidades de los indígenas participantes en la contienda". Y encogiendo los hombros se dirigió a las autoridades de la Ciudad: " Pero si ponen eso... no se si la gente votará por ustedes de nuevo"...
"¿Y si ponemos otro Caballito de Sebastián?", preguntó agobiado uno de los consultores artistas.
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