Contra el revisionismo histórico
Alonso de Entrerríos
es un veterano de los Tercios de Flandes que combatieron por la retención de
esos territorios hispanos durante el siglo XVII. Jesús Méndez Pontón mejor conocido como “el Pacino” es un oscuro pero bienintencionado
policía madrileño de los años ochenta. Ambos son funcionarios del Ministerio
del Tiempo: organismo gubernamental del estado español cuya misión es proteger
la historia de posibles retortijones, desviaciones o sabotajes: no les gustan
los revisionismos históricos.
Ahora están en el
Caribe en 1519. Les ha llegado la noticia que algo anda mal con los náufragos Jerónimo
de Aguilar y Gonzalo Guerrero. El primero se encontrará pronto con Cortés y se
unirá a su expedición en calidad eslabón en la cadena de traducción entre el
capitán y los principales jerarcas mesoamericanos. El segundo rehusará sumarse
a la gesta y permanecerá con su esposa e hijos mayas combatiendo fielmente por
su poblado caribeño de acogida.
Pero parece ser que
hay problemas y el designio histórico amenaza con alterarse. Alonso y Pacino están
ahí para reparar el entuerto. De pronto se descubren atrapados en medio de una
escaramuza de guerreros mayas y se refugian donde pueden. La imagen de sí mismo
en el fondo de un escondite le parece al veterano de Flandes una afrenta a su
honor y pulida hoja de servicios a la corona. Desesperado, arde en deseos de
salir a cargase “cuando indio se le cruce en el camino” al ritmo de endecasílabos
encadenados con rima interna como en las mejores comedias de Lope de Vega. Pero
Pacino, más precavido y advirtiendo el poderío y mal humor de los locales,
intenta hacerlo entrar en razón: “pero tronki, ¿quién crees tú que está ahí
fuera armando tanto lío? ¿Carlos Mejía Godoy y los de Palacagüina?”