29 de marzo de 2024

Maestro

Esa mañana hacía cola para comprar mi roscón de reyes en L’ Obrador dels 15: la panadería más experimental del barrio. Delante de mí, doña Ágata y doña Nuria, mi vecina del 3º 2ª, charlaban animadamente sobre la película Maestro (2023); el bioptic sobre Leonard Bernstein de Bradley Cooper.

La primera expresaba una suerte de epifanía: la película le había dejado claro que "la obra sinfónica del maestro no se puede entender sin su producción en el ámbito de la comedia musical". Mi vecina, por su parte, resaltaba una escena dramática: un plano estático extremadamente abierto con una composición exquisita estructurada por el color del inmobiliario y sin música. Bernstein y su esposa discutían. En el momento más álgido de la disputa el espacio se obscureció por la sombra de un gigante Snoopy aerostático que, flotando en el exterior, asomó por la ventana. "Gran plano que dice mucho sobre la cultura estadounidense" sentenció.

De pronto su tono de voz cambió.

— Lo que me tiene hasta las narices son las opiniones de músicos y musicólogos. —Se quejó mientras la seño Ágata asentía y señalaba a la dependienta ese roscón con coronita ladeada y nata rebosante… El mismo al que yo le estaba echado ojo desde que llegué. ¡Cuyons!, ¡me lo ganó la maldita!!

Nuria continuó: Se quejan de todo. Que si no contó tal o cual anécdota; que la película traiciona al verdadero espíritu de Bernstein (¡como si ellos lo supieran!); que si no mostró su faceta de divulgador; que en realidad quería ser como Mahler y lo de la comedia musical lo hizo solo para ganarse la vida y a regañadientes; que la narizota con que caracterizan al prontagonista acusa sesgos antisemitas; que sus gestos de director de orquesta no son realistas… ¡realistas!... ¡realistas!!! No me jodas: ellos que lloran como magdalenas cuando ven a Jessy Norman con sus cincuenta afroamericanos añotes encarnando el papel de la joven y liviana Isolda en la ópera de Wagner… ¡realistaaaaaa mi bendito *%#*$!!!

— Está gente no acaba de entender que cuando la música suena o es representada en el audiovisual deja de ser música para ser un ingrediente de otra forma artística que posee su propia lógica. —Completó Doña Ágata.

— ¡Exacto!!!! —continuó mi vecina, —nos quieren imponer sus fantasías y sistemas de valores. Parece mentira, pero esta gente no escucha, no presta atención, simplemente se limita a reconocer. Si lo que perciben se ajusta a sus prejuicios entonces está bien. Son incapaces de degustar lo que no han probado antes: sólo pueden ser testigos de lo que ya saben. No ven cine ni nada: sólo buscan espejos en todos lados.

Entonces mi vecina giro su rostro, me miró y me reconoció. Sus ojos se tornaron diabólicos mientras tomaba una chapara del mostrador. Apuntándome fieramente con la barra de trigo me gritó:

¡Pero qué demonios queréis! Ya han reducido la música a un rito funerario del que todo mundo huye; donde todos van de negro y siempre tocan lo mismo de la misma manera una y otra vez. Ahí no sonríe ni el Joker. ¿Ahora quieren cargarse también el cine?

Me quedé helado. No supe que hacer. De pronto, un destello inesperado me deslumbró. No sé si cayó un rayo, aterrizaron los reyes magos o me había roto la crujiente chapata sobre mi crujiente cabeza. ¡Ouch! ¡Era del día anterior y ya estaba durísima!

En eso entró Don Roger del 4º, 1a. No sé por qué su bastón de cuatro patas y el carrito donde transporta su oxígeno me parecieron lo suficientemente firmes como para apoyarme en él y saltar haciendo un split de 180 grados y girar al compás de “New York, New York, what a beautiful town”.

Entonces, agazapado, desafiante, chasqueando los dedos de ambas manos y silbando la famosa melodía de la escena de la pelea de los Jets vs. los Sharks de West Side Story, me fui alejando lentamente sin dar la espalda a ese par de asesinas. Salí del establecimiento y corrí hasta mi casa sin parar… y sin roscón. Carajo, si a mí ni me interesa el maldito Bernstein. Esa tarde merendamos Donuts y vimos el Rey León. Los clásicos siempre nos ofrecen refugio.

— El próximo primero de enero en lugar del concierto de Año Nuevo me pondré el Rodeo de Aaron Copland, canciones de West Side Story de Bernstein y el Danzón 2 de Arturo Márquez". —Me prometí mientras sobaba mi chichón.


 


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