En Investigación
artística en música Úrsula San Cristóbal y yo mencionamos en un momento
el libro La Creación Científica del
francés Abraham Moles: ingeniero, físico, filósofo, profesor de sociología y
psicología de la comunicación y compañero de viaje en diversas aventuras
investigativo-sonoras de Pierre Schaffer.
En realidad la mención que hacemos de él es meramente testimonial. No empleamos ningún concepto específico, ni marco teórico particular de todo lo que propone Moles en éste y otros de sus trabajos. Aunque prometo que para la siguiente edición (o un nuevo libro sobre el tema) intentaré incorporarlo más sistemáticamente. Por el momento no queremos crear confusiones: el libro de Moles no es un insumo directo para la investigación artística con aplicaciones evidentes e inmediatas (por lo menos no como algunos desearían). Su presencia en Investigación artística en música es una suerte de cameo motivado por un hermoso recuerdo de sus lecturas con un denso hálito nostálgico y un fugaz aroma de resentida pena: la historia, una vez más, le hizo in-justicia.
Nuestra
intención fue simplemente señalar que en ese libro, el gran trans(in)disciplinador
Moles hace hincapié en ciertos procesos de naturaleza más estética que epistémica
que en ocasiones se asoman durante en el farragoso trabajo de investigación
científica. Por ejemplo, aquellas ocasiones en que un o una investigadora, o
todo un equipo, toman la decisión de explorar con mayor énfasis una hipótesis entre
varias otras pese a que no posee de manera evidente ninguna ventaja lógica sobre
las demás. Lo hacen simplemente porque experimentan una atracción inevitable,
cierta resonancia subjetiva que la hace más seductora para su estudio.
También habla de
aquellos momentos en los cuales la cognición científica se permite mandar a
paseo por un momento el pensamiento lineal, el razonamiento aristotélico o,
como diría Cornelius Castoriadis, otro gran articulador furtivo de pensamiento en
mosaico, la lógica ensídica. En vez
de aplicar inferencias inductivas o deductivas, en ese recreo epistémico, se suele
recurrir a la abducción, la analogía y a un tantear el mundo a través de
conjeturas creativas que en ocasiones son impredeciblemente productivas.
En La Creación Científica Moles incide
mucho en las fases heurísticas de la investigación, en las serendipias y las
epifanías. El libro es viejito y se nota: su discurso baila swing o mambo. Se va tejiendo con los hilos de la cibernética o teoría de la información de los años
50 y 60. Esa que animó los libros presemóticos del primer Umberto Eco como Opera Aperta: un trabajo insólito que
milagrosamente aun se vende, se compra y se lee (y ¡hasta se cita!); un
fenómeno en la cultura humanística que, como su exitosa novela El Nombre
de la Rosa, demuestra que además de su innegable altura intelectual, Eco
fue también un tipo con una suerte inconmensurable.
Fueron épocas en
el que el personal investigador no tenía que burocratizar su tiempo llenando
miles de informes inútiles y escribir decenas de papers que nadie lee en revistas indexadas en directorios que a nadie
con ganas de aprender algo interesan o en carísimos libros de alguna Plop plop
plop University Press. Esos artículos con estructuras argumentativas tan
prescritas como in-fertilizantes como: "Introducción-metodología-resultados-discusión"
o, "Crítica a alguno de la escuela de Frankfurt (¡no falla!)-modelo
teórico alternativo (posmo-relativista)-aplicación a tu caso y conjeturas,
conjeturas y más conjeturas como conclusión".
Esa suspensión
de moldes cognoscitivos se correspondió con una época en que la ciencia tenía
por modelo la astrofísica o las micro partículas y los grandes científicos eran
además grandes pensadores y humanistas. Éstos, al momento de ir descubriendo las
caprichosas lógicas del micro o macro universo, se apresuraban a regalarnos profundas
reflexiones filosóficas sobre aquello que estaban observando y su relevancia
para cómo entendemos el mundo y nuestras vidas dentro de él. Eso fue antes que
el simplismo determinista del desciframiento del genoma de hace unos años, o la
perezosa mecánica causa-efecto de las anti-intelectuales neurociencias actuales,
dominaran el ámbito epistémico y administrativo del conocimiento.
En ese contexto,
Moles emplazó ese discurso pletórico de ideas sugerentes que llaman
urgentemente nuestra atención pese a carecer, a primera vista, de aplicación
directa evidente.
Fue la época en que la teoría de la información inspiraba la reflexión estética llenando páginas y más páginas de complejísimas fórmulas matemáticas cuyo propósito epistémico carecía de completo sentido si intentabas pasarlas por la calculadora. Su función era hacer de metáforas fabulosas que representaban alegóricamente la compleja lógica que subyace a todos los procesos culturales, incluyendo el hacer ciencia o arte.
Fue la época en que la teoría de la información inspiraba la reflexión estética llenando páginas y más páginas de complejísimas fórmulas matemáticas cuyo propósito epistémico carecía de completo sentido si intentabas pasarlas por la calculadora. Su función era hacer de metáforas fabulosas que representaban alegóricamente la compleja lógica que subyace a todos los procesos culturales, incluyendo el hacer ciencia o arte.
El libro de
Moles es tan académicamente relevante como aquella novela o serie que te ha
despertado mil ideas y pensamientos sugerentes, que te ha hecho ver de otro
modo el mundo y lo que haces dentro de él. No resuelve ningún aspecto
metodológico (al menos no como se entiende la metodología en nuestros días); tampoco ofrece aplicaciones directas a la investigación prescrita
por los entornos profesionales actuales ya sea en la ciencia, las humanidades o
el arte. Pero se atreve a mirar las cosas desde otro punto de vista y ese mero
ejercicio es imprescindible para toda persona que se gane la vida generando
conocimiento.
Es un texto de
una generación que no se mereció su destino: ser tirados al basurero
de la historia demasiado pronto por mainstream académico
de aquella época que abrazó afanosamente el paradigma del estructuralismo y se
propuso pasar por la calculadora otro cúmulo de metáforas sugerentes...
De la contraportada del libro: "El análisis de los caminos que recorre el investigador para dar con un descubrimiento y hacerlo aceptar por la comunidad de científicos ilustra la oposición dialéctica entre lo que es «Ciencia consolidada» y «Ciencia en desarrollo», en proceso de ser hecha; oposición que no sólo se encuentra en la base de la creación científica como actividad individual o de un equipo, sino que ilumina una nueva perspectiva para mirar lo que permanece y lo que cambia en la reproducción cognitiva de los sujetos y de los objetos en la Historia".